Esta discusión puede no acabar nunca, y nunca llegaremos a saber en que momento hemos traspasado lo que creíamos infranqueable, siempre tendremos una buena excusa para excusar nuestros actos, pero ¿cabe esa excusa? Debemos ser muy rígido con nuestros valores, e intentar que lo que predicamos sea lo que aplicamos en nuestra vida cotidiana.
Nuestros hijos aprenden de nosotros, y no podemos decirles que pongan la otra mejilla y luego insultar al primer coche que se nos cruza. No podemos decirle que hay que compartir, si nosotros no lo hacemos, no podemos decirle que debemos ayudar al prójimo y en cambio pasar al lado de alguién que necesita ayuda, y apartar al niño como si hubiéramos visto a un apestado. No podemos decirle que sea honesto, y luego no pagar las multas, o pedir factura sin iva, o evadir impuestos.
Algunos pensaréis, pero si yo eso no lo hago, yo dedico tiempo a los demás, yo no miro por encima a nadie, yo no considero a nadie mejor que otro por lo que tiene...pero esto lo decimos y lo hacemos cuando no nos toca directamente. Que diremos cuando nuestra pequeña princesa nos venga a casa con un niño con pinta de malo, y nos diga: "mamá es muy buena persona, como tu me dijiste, valoré el interior". Y es verdad, queremos a alguién bueno al lado de nuestra hija, pero no queremos solo eso, queremos que sea el mejor. Pero qué prefieres, ese niño con pinta de malo pero que es bueno, o uno con pinta de bueno, bien posicionado, pero que en el fondo ves que es malo? Pues, yo sinceramente sin duda prefiero el niño con pinta malo, aunque no negaré que necesitaré un tiempo para acostumbrarme, pero prefiero dormir tranquila sabiendo que la persona con la que compartirá su vida es buena...porque lo demás desaparece y será un príncipe ¡que se convertirá en rana! y las ranas a veces se convierten en principes y sinó, aprenderemos a querer a las ranas.
Dedicado a quién ya sabe... y ¡ya está!
No hay comentarios:
Publicar un comentario