martes, 18 de enero de 2011

El poder de las palabras

Me pregunto por qué algunas palabras ofenden cuando no se dicen con ese fin, sino que se usan como simples palabras. Quizás algunos las digan como ofensa, pero quizás otros no y resulta que términos, que en ocasiones pueden usarse como insultos y otras veces no, ya no pueden utilizarse...o mejor dicho, NO DEBEN.

En el diccionario aparecen ambas definiciones, la normal y la ofensiva, pero siempre por respeto se elimina de nuestro vocabulario cotidiano.

Podéis hacer la reflexión con las palabras marica o maricón. En el diccionario aparece la misma definición que para gay, pero en cambio en las dos primeras se incluye la acepción del insulto... y con ello, la "prohibición" no escrita de no usarla.
Y para algunas personas, hasta los términos niño o niña o perro y perra lo consideran maneras despectivas de llamar a alguien, cuando lo único que hacemos es aplicar la denominación general.

No ofende la palabra, no ofende quién la dice, sino que lo que ofende es la forma de decirla o la susceptibilidad de quién la escucha.
El poder de las palabras, o más bien el poder en la forma de utilizarlas...


Las palabras en ocasiones no ofenden... sino que simplemente aterran.
Asusta oírlas, asusta pronunciarlas, asusta decirlas...
Palabras sobre enfermedades, como cáncer, producen respeto, pavor y pánico. Y no dejan de ser palabras...pero siempre es más fácil achacar los miedos a la palabra que no afrontar las situaciones, luchar y vencer los miedos.

Y por último, la palabra más temida, la de muerte... que no por no pronunciarla desaparece... no somos niños pequeños que nos podamos tapar los oídos, somos adultos y debemos afrontar las cosas... Debemos asumir los hechos y superar las palabras.

El poder de las palabras, o más bien el poder en los hechos que implican...

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