No tenía nada para impresionarte.
No tenía nada para hacerme única.
No tenía nada para ser diferente.
Era simplemente yo, sin pensar, sin intentar ser otra, sin querer parecer nada.
No tenía nada a perder, ni a ganar.
Era yo ante todo.
Era risa sincera.
Era verdad absoluta.
Era sentimiento puro.
Era inocencia.
No tenía nada a que agarrarme.
No tenía a quién sujetarme.
Era corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario