Observo a lo lejos un velero que navega con el único impulso que le proporciona el viento.
En su interior se aprecian dos cuerpos que se olvidan de todo y que únicamente piensan en el viento que soplará para saber si llegarán a algún destino.
El sol se refleja en la proa como en cada atardecer, y el único sonido que se escucha es el de las olas del mar al chocar con el velero.
Tranquilidad y solitud para acompañarlos en un viaje hacia lo desconocido.
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