Detalles, miradas, sensaciones, olores o incluso palabras que pasamos por alto, que no nos paramos a escuchar, a sentir, a ver o a analizar.
Somos juguetes de un destino que no siempre dominamos, que quizás podemos dirigir u orientar, pero no siempre marcar.
Nosotros vivimos la vida, pero la vida vive también por si misma y a veces, sólo a veces, nos lleva por caminos en los que debemos aprender a caminar de nuevo, olvidando lo que creíamos saber y conocer y abriendo los ojos para no dejar de ver y aprender nada de lo nuevo que nos suceda. Debemos abrir nuestra mente a lo que amanece delante nuestro, como ese sol que asoma entre las nubes más frondosas, como esa luz que vemos a lo lejos en un bosque cerrado por las verdes hojas de los árboles que crean ese espacio apartado del mundo.
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