A mi me huele a libro viejo lleno de polvo. Un polvo que ya nadie quitará, que permanecerá ahí para siempre, impregnado en cada una de las hojas.
Ya nadie se ocupará de limpiar ese libro, quedará olvidado para siempre, y solo de vez en cuando será recordado en algún que otro pensamiento.
La melancolía huele a eso, al olvido recordado por uno de vez en cuando, añorando algo perdido.
Huele también a vino rancio, un olor que se mete en tu mente y que cuesta olvidarlo. Lo recuerdas gracias al picor que te produce y a los sentimientos que evoca.
Cuantas historias alrededor de un vino que quizás se abrió para brindar por una alegría, o para alegrar una velada, o simplemente para disfrutarlo en dulce compañía.
Un vino que se quedó abierto, a medias, esperando que alguien se lo bebiera de nuevo y disfrutará de el como se hizo en anteriores ocasiones.
Cuantas historias alrededor de un vino que quizás se abrió para brindar por una alegría, o para alegrar una velada, o simplemente para disfrutarlo en dulce compañía.
Un vino que se quedó abierto, a medias, esperando que alguien se lo bebiera de nuevo y disfrutará de el como se hizo en anteriores ocasiones.