Somos huraños por naturaleza.
Nos encerramos en nuestro mundo, sin ganas de relacionarnos más de lo necesario.
Nos condenamos a lo conocido por pereza, por miedo a la novedad.
Sólo permitimos que vean una parte de nosotros, la más fría y superficial, la dura, la antipática.
Queremos evitar decepciones, queremos huir de las falsedades, queremos escapar de la hipocresía.
Nos retiramos para compartir nuestros momentos de felicidad junto a nuestra amiga soledad.
Aunque de vez en cuando decidimos abrirnos al mundo y le regalamos nuestra alegre compañía.
Y entonces vemos sonrisas que nos rodean gracias a nuestra inusual presencia.
Provocamos sin saber y sin querer sentimientos de sincera felicidad.
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